El Spa de los Oídos

Porque eres lo que escuchas...

sábado, 7 de mayo de 2011

As de Corazones by Chambao


 
Song: As de Corazones 
Artist: Chambao 
Album: Endorfinas en la Mente (2004) 
Label: Sony International

De Málaga, la ciudad andaluza, de allá es esta música que no sabes que trae, simplemente la pruebas una vez y llegas a pensar que te puedes volver adicto a ella. Chambao es el resultado de combinar el flamenco, el chill out y la buena inspiración. Sus letras hablan de la felicidad, el amor, de Dios, de la vida, y La Mari ha sabido como cautivar a un mundo que necesita de su poesía y de su voz mediterránea.

Chambao, cuyo nombre es una voz andaluza que se refiere a una tiendade campaña improvisada para protegerse dela brisa de la tarde en la playa, fue el primer grupo que catalogó su música exclusivamente como flamenco chill, y su estela musical aún hoy continua dejando huella y marcando los corazones de románticos, filósofos, melómanos o personajes que simplemente buscan resguardar su mente de la intolerancia y el desenfreno de las selvas de cemento.

spadelosoidos.blogspot.com

(¿Qué fue antes?
¿El huevo… o la sonrisa?)

Cuando se desciende hasta lo más profundo de uno mismo, se despierta la realidad del alma… Esto es todo lo qué pasó.

Ahora, niños y niñas, guarden un poco de silencio, pero sólo un poco, Todos los presentes formen un círculo, así estaremos más calentitos. Respiren hondo, muy hondo…. Más hondo… Cierren los ojos, y ahora todos verán la misma imagen: una gallina sonriendo. Y… ¡ZLOPP! Un huevo sale rodando, despacio por entre todos, tiene pintados unos ojitos, con dos minúsculos puntitos, ¿los ven?, ¿no? Claro, he dicho que cierren los ojos, algunas cosas importantes sólo se ven con los ojos bien cerrados. Ahora, oirán una canción.

Es la canción de mi vida.

Un dieciocho de enero del año 1.975, no es que yo lo recuerde, es que así me lo han contado, vine al mundo. El mundo estaba recién parido para mí, lo primero fue el olor, el de mi madre, huele a salitre, como mi tierra, mi hogar fue, es y será ella. Mi refugio, mi “chambao”, mi palacio, mi cueva… de pronto, casi al unísono, ¡AIEE! Se hizo la luz, mucha luz, tanta, que al principio me cegó (y eso que era invierno), pero, “pokito a poko” fui despertando a los colores, “colores nuevos” para mí, aunque pronto serían parte íntima de mi ser.

¿Y el huevo? No lo pierdan de vista… es la clave de todo, ¿lo ven?... ha parado un instante, pero sigue ahí, ahora su movimiento es interior, puede parecer inmóvil, pero sólo está observando, mira el círculo que formamos alrededor y está buscando la salida, la puerta secreta, el hueco perfecto; ¿no notan la vida dentro de él?. Con sus ojitos pintados, dos puntos minúsculos en el universo, ¿no es maravilloso?

De niña, a tientas, braceando torpemente, yo metía la cabeza bajo el agua fría y salada. El sabor del mar es el sabor de la vida. A oscuras, la cabeza bien adentro y los ojos apretados porque sino pican…, se puede sentir la explosión del mundo a través de la sal en los labios de un niño. Misterioso y salado así era el sabor del verano de mi niñez. El verano era largo y ancho, los días eran bosques insondables, llenos de horas y minutos para vivir muy de verdad. En uno de esos veranos amables y lúcidos lo conocí. El “duende del Sur”, al principio, era tímido, se asomaba a mis siestas insomnes como un ratoncito husmeador y travieso. Seguro que mis mayores no lo creerán pero era él el que no me dejaba estar quieta y dejarlos descansar esas largas horas de calor húmedo; era él el que quería jugar al escondite y cuando, casi vencida por la canción perfecta de la chicharra, conseguía apaciguar mi actividad y cerrar unos segundos los ojos: ¡ZAS!, volvía a entrar en escena como un titiritero dando volteretas, llenándolo todo de color y alegría, y me desvelaba, me tomaba de la mano y me ayudaba a “fundirme con el aire”, a “escuchar el silencio” y a “escapar del tiempo y vivir sin miedo”. Los miedos son cadenas estériles y él, el duende, me ayudó con los primeros eslabones.

La primera juventud, “pasa deprisa, pasa que vuela, corre que corre…”. Con el paso de la vida te das cuenta de que la carrera es de fondo y si corres demasiado te tropiezas más de lo necesario, para, casi siempre, llegar al mismo sitio; así que decidí tomármelo con más calma, “qu'es mejó caminá pa ir creciendo”.

¡Les pillé! ¡Dije que cerraran los ojos! Sino no podrán ver la maravillosa metamorfosis: al huevo le han salido unas patitas muy chiquititas, pero fuertes. Ha querido con tanta fuerza, ha deseado con tanta fe… que al final, ha resultado: puede andar, ya no necesita rodar por el suelo para poder moverse; incluso, con un esfuerzo mayor, puede dar pequeños saltos aeróbicos. Pero ¡qué increíble es la fuerza del deseo!

En uno de esos períodos de calma, en un oasis del tiempo, lo supe, me había hecho esa pregunta millones de veces, y al fin hallé la respuesta: “y es que yo canto, porque a mí me gusta cantar”. Desde entonces en las mañanas claras y “traspasadas de azul” me repito a mi misma como una oración: “déjate llevar por las sensaciones, que no ocupen en tu vida malas pasiones”.

¡Eso es, es lo que están pensando! Sí, es el mismo huevo que ha encontrado la forma de salir, sólo tenía que saber dónde mirar, … bueno, ha sido mucho más simple que encontrar la salida, se ha dado cuenta de que el círculo estaba abierto, y una gran sonrisa se le ha dibujado en su carita de nácar.

La canción de mi vida, es el susurro y el roce; es el sol que se mece, son las nubes columpiándose, los árboles abanicando el mar, los jazmines acariciando el suelo; son las estrellas cuchicheando en el azul de la noche más clara. Somos todos y cada uno que amablemente nos hacemos sitio meciéndonos en la brisa de la vida; porque el círculo siempre ha estado abierto, sólo tenemos que desear encontrar nuestro hueco.

Pueden sonreír, es gratis.

Fuente: chambao.es

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